La participación de Venezuela en la presente edición de la Bienalle de Venecia está teniendo una maravillosa acogida. Esto podría, bajo otras circunstancias, constituir un verdadero motivo de orgullo para cualquier arquitecto venezolano. Sin embargo, desde mi punto de vista muy personal, llevar
a un evento de estea naturaleza un puñado de intervenciones que, si bien puede que tengan
un altísimo nivel, son patrocinadas por los mismos impulsores de la
GMVV, la torre de david, y demás bodrios, es irresponsable, antiético, e
hipócrita, puesto que vende a los ojos del mundo entero una imagen
totalmente tergiversada de las verdaderas políticas que, en nuestro
país, se vienen aplicando en materia de arquitectura
popular a lo largo de las últimas dos décadas, disfrazando la
vergonzosa realidad que quienes vivimos en Venezuela conocemos
perfectamente, pues pertenece a nuestra cotidianidad, y pretenden hacer
ver que la totalidad de la producción "arquitectónica" de nuestro país
posee el mismo buen nivel de los proyectos presentados este año en el
pabellón venezolano. La situación es aún más grave si tomamos en cuenta
que ese monumento al oprobio llamado "torre de david" fue galardonado
con el león de oro en la pasada edición de la Bienalle. La bandera de la
"arquitectura con conciencia social" ha sido despojada de todos los
valores que le dieron arquitectos realmente comprometidos con la gente,
como el maestro Villanueva. Los dirigentes de turno siempre han
utilizado la arquitectura como herramienta proselitista y de propaganda,
y lo seguirán haciendo. La diferencia es, en parte, que el régimen
actual carece del espíritu progresista existente, por ejemplo, en las épocas gomecista y perezjimenista, durante las cuales se realizaron
gran cantidad de obras públicas, todas ellas de un altísimo nivel,
concebidas para perdurar en el tiempo, y aportar un componente muy
importante a la renovación y mejora de la imagen urbana de Caracas,
mientras que, por el contrario, la inmensa mayoría de intervenciones
realizadas por el presente gobierno no hacen sino deteriorar el paisaje,
pues se realizan con una falta total de criterio, utilizando el
eufemismo del "desarrollo endógeno" para tratar de darle a sus edificios
una dignidad que nunca tendrán, porque no poseen valor alguno desde el
punto de vista que se les estudie, y sucumben al más mínimo y elemental
escrutinio por parte de cualquier ciudadano común que no esté comprado o
tenga el cerebro lavado, ambas inclusive. Y es que la mediocridad es
demasiado obvia. Bajo este contexto, difícilmente puede un arquitecto
responsable dormir tranquilo, sabiendo que colabora a consolidar esta
farsa, cuando todos sabemos que las miles de viviendas de ínfima calidad
construídas a lo largo y ancho de la geografía nacional en los últimos
15 años tienen como único propósito comprar el apoyo político de las
bases populares que han vivido desde siempre en la más degradante
miseria, bajo incumplidas promesas de sacarlas de ella, mientras los
cogollos narcomafiosos del PSUV y sus cómplices en las FANB dilapidan
el erario público en yates, mansiones y viajes a la costa azul, y a
quienes claramente no les importa un pueblo al cual lentamente matan de
hambre y de mengua mientras vive bajo el yugo del hampa y los peores
criminales que esta nación ha conocido en toda su historia.
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